Capítulo 1: Nacimiento
¿Cómo es que nace una leyenda?. ¿Cómo es que un simple mortal accede a perdurar por la eternidad en los corrillos urbanos?. ¿Qué mágica poción ubica a un hombre común a sospesar la grandeza lírica de los dioses?. Eso es un misterio que jamás se develará, no al menos en esta historia, pero quizá, nos acerque, a estos simples mortales, a entender como alguien, con actos casi simples, pueden alcanzar la infinitez gracias al relato inalterable de las generaciones pueblerinas.
El crack nació en un pequeño pueblo del interior, que quizá no valga demasiado la pena ubicarlo en el mapa, no quizá porque en remedo de esta historia, no altera ni importa demasiado. Si vale que tal vez y solo tal vez, quienes sean de pueblo entiendan mejor los vericuetos que poco a poco iremos trashumando.
El crack, les decía, nació en un pequeño pueblo de nuestro interior, pero no demasiado lejos de la capital, nació como nacían los pibes antes, con esfuerzo materno y pujanza extrema, cuando la palabra cesárea todavía no se había puesto de moda en los vademécum de las obras sociales y las parteras calentaban las palanganas de agua y los hombres esperaban afuera, nerviosos, quemando un cigarrillo tras otro, acompañados por el futuro padrino, hasta que el llanto del recién nacido partía en dos la tranquilidad de la siesta pueblerina.
El crack fue buscado y esperado, planeado y planificado, discutido y conversado, fue lo que todo hombre terrenal desea ser o al menos espera que haya sido.
Rato después de nacer y teteada de por medio, cuando los pulmones del crack se habían llenado de vida y de aire, los hombres fueron invitados a pasar.
El padre emocionado y el padrino curioso (no vaya a ser que fuera nena)… y no fue, al ver y corroborar la obvia masculinidad de la criatura, saco de su morral el primer regalo para el recién llegado que le fue entregado al flamante padre con ojos humedecidos.
El padre tomó el paquete en sus manos y lo rasgó de un solo tirón, con suave brutalidad y la piecita se inundó de olor a cuero y sebo que la número 5 emanaba impregnando todo.
-Rodo, viejo, no tenías que hacerlo- solo atinó a balbucear el joven padre a punto de romper en emocionado llanto, mientras que el Rodo Corti (un tremendo jugador de otra época) lo abrazaba y le susurraba al oído – Este pibe la va a gastar, ovalada la va a dejar, acordate lo que te digo- . Y la felicidad simple de las cosas enormes abrazó el momento único e irrepetible del nacimiento del crack.
¿Cómo es que nace una leyenda?. ¿Cómo es que un simple mortal accede a perdurar por la eternidad en los corrillos urbanos?. ¿Qué mágica poción ubica a un hombre común a sospesar la grandeza lírica de los dioses?. Eso es un misterio que jamás se develará, no al menos en esta historia, pero quizá, nos acerque, a estos simples mortales, a entender como alguien, con actos casi simples, pueden alcanzar la infinitez gracias al relato inalterable de las generaciones pueblerinas.
El crack nació en un pequeño pueblo del interior, que quizá no valga demasiado la pena ubicarlo en el mapa, no quizá porque en remedo de esta historia, no altera ni importa demasiado. Si vale que tal vez y solo tal vez, quienes sean de pueblo entiendan mejor los vericuetos que poco a poco iremos trashumando.
El crack, les decía, nació en un pequeño pueblo de nuestro interior, pero no demasiado lejos de la capital, nació como nacían los pibes antes, con esfuerzo materno y pujanza extrema, cuando la palabra cesárea todavía no se había puesto de moda en los vademécum de las obras sociales y las parteras calentaban las palanganas de agua y los hombres esperaban afuera, nerviosos, quemando un cigarrillo tras otro, acompañados por el futuro padrino, hasta que el llanto del recién nacido partía en dos la tranquilidad de la siesta pueblerina.
El crack fue buscado y esperado, planeado y planificado, discutido y conversado, fue lo que todo hombre terrenal desea ser o al menos espera que haya sido.
Rato después de nacer y teteada de por medio, cuando los pulmones del crack se habían llenado de vida y de aire, los hombres fueron invitados a pasar.
El padre emocionado y el padrino curioso (no vaya a ser que fuera nena)… y no fue, al ver y corroborar la obvia masculinidad de la criatura, saco de su morral el primer regalo para el recién llegado que le fue entregado al flamante padre con ojos humedecidos.
El padre tomó el paquete en sus manos y lo rasgó de un solo tirón, con suave brutalidad y la piecita se inundó de olor a cuero y sebo que la número 5 emanaba impregnando todo.
-Rodo, viejo, no tenías que hacerlo- solo atinó a balbucear el joven padre a punto de romper en emocionado llanto, mientras que el Rodo Corti (un tremendo jugador de otra época) lo abrazaba y le susurraba al oído – Este pibe la va a gastar, ovalada la va a dejar, acordate lo que te digo- . Y la felicidad simple de las cosas enormes abrazó el momento único e irrepetible del nacimiento del crack.
Capítulo II. La Escuelita
Toda persona de bien haber debe saber que en la usanza pueblerina los pibes no cursan una escuela sino dos, la que les enseña a leer y escribir, a sumar y a restar y etcétera porque ya se entendió y por supuesto la escuela de fútbol donde los pibes, claramente, van a aprender a jugar al fútbol….en casi todos los casos, excepto….sí señor, lo adivinó, excepto en el caso, único e irrepetible en toda la zona, de nuestro crack.
Haciendo honor a la verdad y dejando de lado un posible esbozo de sarcasmo, realmente este pibe había nacido para jugar a la pelota, y no era mi apreciación solamente, monstruos legendarios de nuestro acervo histórico deportivo lo expresaban después de verlo, “nunca vi nada igual, ese pibe parece que lleva la pelota como atada” había manifestado el “Turco” Baridón entre mate y mate en ronda de amigos en su Ramos generales. “Ese nene tiene un idilio con la redonda, debe dormir abrazado a la pelota” comentó el “Gallo” Gestido en una ocasión a la salida de misa un Domingo a la mañana. Para Emilio Vincenti era “una mezcla de la calidad del “Tulo” Vera, la visión del “Faro” Cámara y la entrega del “Manga” López”. En la Peña “Somos Todos Bosteros” se comentó por ahí, que el mismísimo Pablo “Peti” Etchegaray, que además de todo, era el único DT recibido del pueblo, tomó la palabra y de un tirón manifestó que “pocas veces o casi ninguna en la vida han visto mis ojos capacidad innata proveniente de Dios puestas en los pies de un jugador de fútbol”, tal vez puede que estuviera un poquito pasado de copas, pero como fuera, la escuelita de fútbol había sido la vidriera para que el crack se transformara en la esperanza del pueblo a la hora de hacer correr la redonda.
A su alrededor, los otros pibes eran pasados como conos, les pegaba unos bailes infernales y casi que ganaba los partidos solo. Gustavo “Gusta” Orruño había sido su entrenador un tiempo, pero renunció porque le aburría no tener que dar prácticamente ninguna indicación, la posta la tomó Miguel “Profe” Castillo, un enorme tipo que le tuvo paciencia, sobre todo a los papás de los otros pibes que maldecían que sus hijos fueran categoría 1972 (como el crack), y se las ingenió para que se sentara en el banco 10 minutos en cada tiempo para que jugaran todos.
La fama de nuestro pequeño héroe se agrandaba cada vez más, casi como su propio ego.
Toda persona de bien haber debe saber que en la usanza pueblerina los pibes no cursan una escuela sino dos, la que les enseña a leer y escribir, a sumar y a restar y etcétera porque ya se entendió y por supuesto la escuela de fútbol donde los pibes, claramente, van a aprender a jugar al fútbol….en casi todos los casos, excepto….sí señor, lo adivinó, excepto en el caso, único e irrepetible en toda la zona, de nuestro crack.
Haciendo honor a la verdad y dejando de lado un posible esbozo de sarcasmo, realmente este pibe había nacido para jugar a la pelota, y no era mi apreciación solamente, monstruos legendarios de nuestro acervo histórico deportivo lo expresaban después de verlo, “nunca vi nada igual, ese pibe parece que lleva la pelota como atada” había manifestado el “Turco” Baridón entre mate y mate en ronda de amigos en su Ramos generales. “Ese nene tiene un idilio con la redonda, debe dormir abrazado a la pelota” comentó el “Gallo” Gestido en una ocasión a la salida de misa un Domingo a la mañana. Para Emilio Vincenti era “una mezcla de la calidad del “Tulo” Vera, la visión del “Faro” Cámara y la entrega del “Manga” López”. En la Peña “Somos Todos Bosteros” se comentó por ahí, que el mismísimo Pablo “Peti” Etchegaray, que además de todo, era el único DT recibido del pueblo, tomó la palabra y de un tirón manifestó que “pocas veces o casi ninguna en la vida han visto mis ojos capacidad innata proveniente de Dios puestas en los pies de un jugador de fútbol”, tal vez puede que estuviera un poquito pasado de copas, pero como fuera, la escuelita de fútbol había sido la vidriera para que el crack se transformara en la esperanza del pueblo a la hora de hacer correr la redonda.
A su alrededor, los otros pibes eran pasados como conos, les pegaba unos bailes infernales y casi que ganaba los partidos solo. Gustavo “Gusta” Orruño había sido su entrenador un tiempo, pero renunció porque le aburría no tener que dar prácticamente ninguna indicación, la posta la tomó Miguel “Profe” Castillo, un enorme tipo que le tuvo paciencia, sobre todo a los papás de los otros pibes que maldecían que sus hijos fueran categoría 1972 (como el crack), y se las ingenió para que se sentara en el banco 10 minutos en cada tiempo para que jugaran todos.
La fama de nuestro pequeño héroe se agrandaba cada vez más, casi como su propio ego.
Capítulo III. El “Burro” Vandevalle.
Si para todo hay una antítesis, para el crack era el “Burro” Vandevalle.
Tenían la misma edad y no solo eran compañeros de escuela de la de guardapolvo blanco, sino también de la que enseña fútbol y esto tal vez, no era algo que el burrito hubiese incorporado de manera brillante. La vida no había sido demasiado generosa con nuestro nuevo amigo, de padre dudoso por no decir fugado y de madre sacrificada que a rompedura de lomo, criaba como podía sus 5 hijos. Nuestro burrito no sabía de botines Adidas ni mucho menos, a veces y con suerte, sabía de dos comidas diarias. Para colmo su aspecto físico, un cuello como toro, su morrudez paquidérmica y su postura simiesca denotaba a la legua, su segura rusticidad para la práctica deportiva, su única virtud era una feroz patada de derecha que le había valido su apodo. Nadie sabía si jamás faltaba por la copa de leche que daban después de los entrenamientos o porque realmente le gustaba jugar a la pelota.
De todas maneras todo lo que el Creador había puesto en los pies del crack lo había puesto en el corazón del Burro Vandevalle y es por eso que siempre estaba de titular, aunque a la sombra de nuestro genio como los otros 9.
Si para todo hay una antítesis, para el crack era el “Burro” Vandevalle.
Tenían la misma edad y no solo eran compañeros de escuela de la de guardapolvo blanco, sino también de la que enseña fútbol y esto tal vez, no era algo que el burrito hubiese incorporado de manera brillante. La vida no había sido demasiado generosa con nuestro nuevo amigo, de padre dudoso por no decir fugado y de madre sacrificada que a rompedura de lomo, criaba como podía sus 5 hijos. Nuestro burrito no sabía de botines Adidas ni mucho menos, a veces y con suerte, sabía de dos comidas diarias. Para colmo su aspecto físico, un cuello como toro, su morrudez paquidérmica y su postura simiesca denotaba a la legua, su segura rusticidad para la práctica deportiva, su única virtud era una feroz patada de derecha que le había valido su apodo. Nadie sabía si jamás faltaba por la copa de leche que daban después de los entrenamientos o porque realmente le gustaba jugar a la pelota.
De todas maneras todo lo que el Creador había puesto en los pies del crack lo había puesto en el corazón del Burro Vandevalle y es por eso que siempre estaba de titular, aunque a la sombra de nuestro genio como los otros 9.
Capítulo IV. La final más grande de todos los tiempos
Los años fueron pasando de a uno y sin prisa, como generalmente pasan los años, nuestro crack creció y obviamente el debut en la primera división del club de pueblo se dio muy temprano, y partido a partido fue amontonando más y más fama, más y más goles, como debía ser siempre bajo la lupa de todos los agremiados futboleros del pueblo o sea el 95% del personal masculino sobre un 75% del personal femenino que soñaba en sus brazos caer. No había ni existía persona más conocida, hasta el Intendente local Mickey Martínez, confesó haber envidiado no haber jugado así a la pelota en sus años mozos “Hubiera ganado por el 90% de los votos” exageró.
Lo cierto es que el ambiente futbolístico se había convulsionado de manera inusitada, pues la Selección del pueblo había llegado a la final del torneo Supercopa Mundial con sus archienemigos deportivos, la vecina ciudad de Dolores, a la cual jamás le habían podido ganar un solo partido en toda la historia, por lo cual se deduce que Dolores en sí, no nos tendrían como sus archienemigos a nosotros pero ese es un detalle sutil, lo cierto es que por primera vez en la historia, nuestro pueblo podía coronarse campeón y entrar a la historia deportiva de toda la provincia y esta vez, por supuesto con la presencia de nuestro crack…..era absolutamente posible.
Los años fueron pasando de a uno y sin prisa, como generalmente pasan los años, nuestro crack creció y obviamente el debut en la primera división del club de pueblo se dio muy temprano, y partido a partido fue amontonando más y más fama, más y más goles, como debía ser siempre bajo la lupa de todos los agremiados futboleros del pueblo o sea el 95% del personal masculino sobre un 75% del personal femenino que soñaba en sus brazos caer. No había ni existía persona más conocida, hasta el Intendente local Mickey Martínez, confesó haber envidiado no haber jugado así a la pelota en sus años mozos “Hubiera ganado por el 90% de los votos” exageró.
Lo cierto es que el ambiente futbolístico se había convulsionado de manera inusitada, pues la Selección del pueblo había llegado a la final del torneo Supercopa Mundial con sus archienemigos deportivos, la vecina ciudad de Dolores, a la cual jamás le habían podido ganar un solo partido en toda la historia, por lo cual se deduce que Dolores en sí, no nos tendrían como sus archienemigos a nosotros pero ese es un detalle sutil, lo cierto es que por primera vez en la historia, nuestro pueblo podía coronarse campeón y entrar a la historia deportiva de toda la provincia y esta vez, por supuesto con la presencia de nuestro crack…..era absolutamente posible.
Capítulo V. Rumbo a la inmortalidad
Como era de esperarse todo el pueblo estaba esa tarde en la cancha y casi medio Dolores, alrededor de 25.000 personas se habían amontonado como podían alrededor del estadio “Miguel Etchegoyen” de nuestra ciudad. Por sorteo éramos locales y por disposición de la Liga se jugaría un solo partido.
Alguien que ha nacido y se ha criado siempre en un lugar donde los límites los pone la vista, ¿puede imaginarse lo que es ver esta multitud?. Era sin dudas el evento más importante en toda la historia y podía llegar a ser el más increíble e inolvidable de todos los tiempos.
Sonaban los petardos y las bombas de estruendo, los bombos de las parcialidades sonaban desafinando el tiempo y el compás y los cánticos bajaban desde las tribunas de madera enmarcando un espectáculo que poco tenía que envidiar a cualquier final del mundo y quizá ahora me pasé un poco de copas yo, pero les juro que casi no exagero.
Al fin, los equipos entran en la cancha y vuelan miles de papelitos, petardos y bombas de colores hacen que los pelos se ericen como electrificados. Nuestro crack con la cinta de capitán encabeza la formación, roza el pasto con la punta de los dedos y hace la señal de la cruz, los ojos elevados al cielo como pidiéndole al Creador perdón por ser hoy, casi más importante que él.
Desatan lágrimas de emoción las estrofas del himno nacional cantadas a los gritos por el coro más numeroso que se pudiera formar, impulsados por un visceral nacionalismo etílico.
Los periodistas locales hacen el primer Dúplex en la historia, y tratan de simular profesionalismo aunque estén rebasados por lo que ven. Comienza Horacio Ortiz el relator “sientan el aire, huelan el espectáculo señoras y señores, agiten las banderas del futbol que hoy más que nunca enarbolan la dignidad de este gran deporte que hoy se viste de fiesta y puede ver a nuestro equipo en la cúspide del deporte amateur”, turno del avisador en la voz de Julio Drewes “acertó?, no acertó? Festéjelo con vinos Wawancó!!!” Retoma Horacio y dice “Querido Walter, pasame la formación del equipo locallll”, y entra Walter Chipi Vera, “como no Horacio: Miribuk al arco, Panciroli, Melo y Pascua atrás, en el medio Jaime, Ferreyra, Akino y Lucero y adelante Casañas, el Crack y Vandevalle, DT El Beto Marín”.
Todo está listo y Carlos “El Flaco” Cuestas pita el comienzo del partido.
El mensaje está más que claro y en minutos se puede ver el ardid maquiavélico del entrenador dolorense, 5 jugadores marcan al crack y lo envuelven en una barrera humana que lo persigue a todos lados, los otros 5 y el arquero claro, defienden cualquier ataque mientras revolean la pelota para cualquier lado. Nuestro crack trata como puede de zafarse de tan cobarde artimaña pero a pesar de sus habilidades no puede llegar a hacerse del balón ya que siempre tiene uno, dos o tres jugadores que lo anticipan y dos pegados a su espalda para que no gire.
La tribuna estalla de ira, los relatores comienzan a desplegar epítetos jamás escuchados en transmisión radial alguna y los minutos pasan. Si los 90 minutos finalizan en paridad se va a penales directo y ahí la gran chance la tiene Dolores ya que Miribuk jamás pudo despegarse el mote de “Clemente” como le decían de chico y eso restaba poder anímico a la hora de la sentencia desde los doce pasos.
Los minutos pasan y el plan parece dar resultado.
Ya sobre el minuto 89, cuando todo parece estar perdido, cuando el mal parece prevalecer sobre el bien, con un movimiento de otro planeta, el crack logra zafar las marcas y encara como una flecha hacia el arco rival, todavía en su camino quedan tres, pisa la pelota y rota, quedan dos, engancha a la carrera el esférico y desde su espalda lo pasa por arriba del defensor, queda uno. Todo, absolutamente todo es estadio enmudece y se pone de pie. El crack sin detener su marcha y ya adentro del área se mueve hacia la izquierda e inmediatamente se vuelca a la derecha con el último rival enfrente y pasa, mira el arco y levanta el pie para darle al balón con alma y vida, justo cuando siente de atrás una patada que le hace ver las estrellas y lo clava de nariz en el suelo. Como sea y de todas maneras….penal en el último minuto.
Veo gente de rodillas con Rosarios en las manos rezando, veo el cura del pueblo con los brazos levantados pidiéndole al Sr., veo padres abrazando a sus hijos, madres abrazando a los padres y novios abrazando a las novias, veo perros tapándose la cara con la patitas, veo gente de espalda y veo al crack, caminando hacia la pelota, transmitiendo seguridad y garbo, se agacha, la toma con las manos y la acomoda suavemente en la gramilla después de besarla. Luego mira con fiereza al arquero y toma distancia, cuatro pasos, respira profundo nuestro crack, la historia está en sus pies, para eso nació, para eso entrenó, para la gloria.
Cuestas pita y nadie respira, el crack se acerca a la pelota con suaves saltos de gacela y antes de patear hace una pausa, el arquero pega tres pasos hacia adelante y elige la derecha, va en el aire cayendo cuando el crack pincha sutilmente la pelota hacia la izquierda, el balón se eleva con gracia inusitada, paralizada en su rotación y traza una parábola que parece desafiar la gravedad, los ojos y las gargantas se abren…..pero la pelota, casi en cámara lenta, pega en el travesaño y se va afuera.
El crack cae de rodillas, incrédulo, la tribuna del pueblo esta enmudecida y la dolorense estalla en un ensordecedor grito. De repente el ruido del silbato de Cuestas se abre entre la multitud mientras Juan Sotelo que oficiaba de línea no para de marcar con el banderín el punto del penal nuevamente, el arquero de Dolores había exagerado su achique y se había adelantado de manera grosera, ese penal se debe de volver a ejecutar.
Beto Marín, el técnico de esta selección que conocía el paño, simplemente sentenció “Vandevalle, lo pateas vos”.
Después de 10 minutos de espera para que la hinchada visitante pare de putear todo el árbol genealógico de los árbitros, el Burro agarró literalmente la pelota y la puso sobre el circulo blanco del punto penal, con la cabeza agachada esperó el ruido del silbato, cuando al fin lo escuchó arremetió como un búfalo.
Como era de esperarse todo el pueblo estaba esa tarde en la cancha y casi medio Dolores, alrededor de 25.000 personas se habían amontonado como podían alrededor del estadio “Miguel Etchegoyen” de nuestra ciudad. Por sorteo éramos locales y por disposición de la Liga se jugaría un solo partido.
Alguien que ha nacido y se ha criado siempre en un lugar donde los límites los pone la vista, ¿puede imaginarse lo que es ver esta multitud?. Era sin dudas el evento más importante en toda la historia y podía llegar a ser el más increíble e inolvidable de todos los tiempos.
Sonaban los petardos y las bombas de estruendo, los bombos de las parcialidades sonaban desafinando el tiempo y el compás y los cánticos bajaban desde las tribunas de madera enmarcando un espectáculo que poco tenía que envidiar a cualquier final del mundo y quizá ahora me pasé un poco de copas yo, pero les juro que casi no exagero.
Al fin, los equipos entran en la cancha y vuelan miles de papelitos, petardos y bombas de colores hacen que los pelos se ericen como electrificados. Nuestro crack con la cinta de capitán encabeza la formación, roza el pasto con la punta de los dedos y hace la señal de la cruz, los ojos elevados al cielo como pidiéndole al Creador perdón por ser hoy, casi más importante que él.
Desatan lágrimas de emoción las estrofas del himno nacional cantadas a los gritos por el coro más numeroso que se pudiera formar, impulsados por un visceral nacionalismo etílico.
Los periodistas locales hacen el primer Dúplex en la historia, y tratan de simular profesionalismo aunque estén rebasados por lo que ven. Comienza Horacio Ortiz el relator “sientan el aire, huelan el espectáculo señoras y señores, agiten las banderas del futbol que hoy más que nunca enarbolan la dignidad de este gran deporte que hoy se viste de fiesta y puede ver a nuestro equipo en la cúspide del deporte amateur”, turno del avisador en la voz de Julio Drewes “acertó?, no acertó? Festéjelo con vinos Wawancó!!!” Retoma Horacio y dice “Querido Walter, pasame la formación del equipo locallll”, y entra Walter Chipi Vera, “como no Horacio: Miribuk al arco, Panciroli, Melo y Pascua atrás, en el medio Jaime, Ferreyra, Akino y Lucero y adelante Casañas, el Crack y Vandevalle, DT El Beto Marín”.
Todo está listo y Carlos “El Flaco” Cuestas pita el comienzo del partido.
El mensaje está más que claro y en minutos se puede ver el ardid maquiavélico del entrenador dolorense, 5 jugadores marcan al crack y lo envuelven en una barrera humana que lo persigue a todos lados, los otros 5 y el arquero claro, defienden cualquier ataque mientras revolean la pelota para cualquier lado. Nuestro crack trata como puede de zafarse de tan cobarde artimaña pero a pesar de sus habilidades no puede llegar a hacerse del balón ya que siempre tiene uno, dos o tres jugadores que lo anticipan y dos pegados a su espalda para que no gire.
La tribuna estalla de ira, los relatores comienzan a desplegar epítetos jamás escuchados en transmisión radial alguna y los minutos pasan. Si los 90 minutos finalizan en paridad se va a penales directo y ahí la gran chance la tiene Dolores ya que Miribuk jamás pudo despegarse el mote de “Clemente” como le decían de chico y eso restaba poder anímico a la hora de la sentencia desde los doce pasos.
Los minutos pasan y el plan parece dar resultado.
Ya sobre el minuto 89, cuando todo parece estar perdido, cuando el mal parece prevalecer sobre el bien, con un movimiento de otro planeta, el crack logra zafar las marcas y encara como una flecha hacia el arco rival, todavía en su camino quedan tres, pisa la pelota y rota, quedan dos, engancha a la carrera el esférico y desde su espalda lo pasa por arriba del defensor, queda uno. Todo, absolutamente todo es estadio enmudece y se pone de pie. El crack sin detener su marcha y ya adentro del área se mueve hacia la izquierda e inmediatamente se vuelca a la derecha con el último rival enfrente y pasa, mira el arco y levanta el pie para darle al balón con alma y vida, justo cuando siente de atrás una patada que le hace ver las estrellas y lo clava de nariz en el suelo. Como sea y de todas maneras….penal en el último minuto.
Veo gente de rodillas con Rosarios en las manos rezando, veo el cura del pueblo con los brazos levantados pidiéndole al Sr., veo padres abrazando a sus hijos, madres abrazando a los padres y novios abrazando a las novias, veo perros tapándose la cara con la patitas, veo gente de espalda y veo al crack, caminando hacia la pelota, transmitiendo seguridad y garbo, se agacha, la toma con las manos y la acomoda suavemente en la gramilla después de besarla. Luego mira con fiereza al arquero y toma distancia, cuatro pasos, respira profundo nuestro crack, la historia está en sus pies, para eso nació, para eso entrenó, para la gloria.
Cuestas pita y nadie respira, el crack se acerca a la pelota con suaves saltos de gacela y antes de patear hace una pausa, el arquero pega tres pasos hacia adelante y elige la derecha, va en el aire cayendo cuando el crack pincha sutilmente la pelota hacia la izquierda, el balón se eleva con gracia inusitada, paralizada en su rotación y traza una parábola que parece desafiar la gravedad, los ojos y las gargantas se abren…..pero la pelota, casi en cámara lenta, pega en el travesaño y se va afuera.
El crack cae de rodillas, incrédulo, la tribuna del pueblo esta enmudecida y la dolorense estalla en un ensordecedor grito. De repente el ruido del silbato de Cuestas se abre entre la multitud mientras Juan Sotelo que oficiaba de línea no para de marcar con el banderín el punto del penal nuevamente, el arquero de Dolores había exagerado su achique y se había adelantado de manera grosera, ese penal se debe de volver a ejecutar.
Beto Marín, el técnico de esta selección que conocía el paño, simplemente sentenció “Vandevalle, lo pateas vos”.
Después de 10 minutos de espera para que la hinchada visitante pare de putear todo el árbol genealógico de los árbitros, el Burro agarró literalmente la pelota y la puso sobre el circulo blanco del punto penal, con la cabeza agachada esperó el ruido del silbato, cuando al fin lo escuchó arremetió como un búfalo.
Capitulo VI Epilogo
Dicen muchas cosas de ese día, dicen que los festejos en Castelli (porque así se llama mi pueblo y ahora si vale la pena ponerlo en el mapa) duraron dos días completos, dicen que unos meses después se armó una rifa para juntar fondos y como premio se dieron las canilleras del Burro con su autógrafo y dicen que los mil números se vendieron en dos horas. Dicen que hoy hay una calle en Castelli que se llama Burro Vandevalle. Dicen que hoy se puede ver la camiseta enmarcada en una pared del club y que la gente lo transformó en un santuario, con velitas encendidas y todo. Dicen algunos que vieron con sus propios ojos, que ese día la pelota entró con tanta fuerza en el arco que cuando dio contra el parante reventó.
Dicen tantas cosas, pero de cómo un hombre común pasa a ser leyenda en un segundo yo lo ví.
Les juro que casi no exagere en nada.
Dicen muchas cosas de ese día, dicen que los festejos en Castelli (porque así se llama mi pueblo y ahora si vale la pena ponerlo en el mapa) duraron dos días completos, dicen que unos meses después se armó una rifa para juntar fondos y como premio se dieron las canilleras del Burro con su autógrafo y dicen que los mil números se vendieron en dos horas. Dicen que hoy hay una calle en Castelli que se llama Burro Vandevalle. Dicen que hoy se puede ver la camiseta enmarcada en una pared del club y que la gente lo transformó en un santuario, con velitas encendidas y todo. Dicen algunos que vieron con sus propios ojos, que ese día la pelota entró con tanta fuerza en el arco que cuando dio contra el parante reventó.
Dicen tantas cosas, pero de cómo un hombre común pasa a ser leyenda en un segundo yo lo ví.
Les juro que casi no exagere en nada.
JULIAN E CORONEL- FOTO: CARLOS SILVA
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